2016(e)ko maiatzaren 27(a), ostirala

Carlos Giménez, "Todo Paracuellos"

Gaur komikiak izan ditugu klaseko protagonistak. 2007an Todo Paracuellos kaleratu zuten, Carlos Gimenezek 1977 eta 2003 artean idatzi eta marraztutako istorio sorta. Orrialde hauetan Espainiako Gerra Zibilak sortutako umezurtzak topatu ditugu, eta haiekin batera bere pasadizoak, jokuak eta komikietako heroiak; "ispiritu nazionala" irakasten zieten falangistak; seme-alabengandik banandurik diren amak; gosea eta bakardadea... Hona hemen maisu lana, Frankismoak Obra Nacional de Auxilio Social umezurtz-etxeetan hainbat belaunalditan eragindako errepresioaz mintzatzen den autobiografia.

Entzun diezaiogun egileari berari: “todo lo que se cuenta […], todas las historias, todas las anécdotas, están extraídas, repito, de hechos reales. No he inventado nada. Todo lo que he contado sucedió en la realidad. […] No deben conceptuarse estos colegios como instituciones perversas, corrompidas o marginales dentro de un Estado racional, humanizado y democrático, sino como instituciones completamente integradas en la normalidad de una España que era así, la España franquista.
Fuera de las tapias de estos “hogares”, la España normal, la España de posguerra, era igual de fea. Más o menos igual de fea. En los recintos cerrados el aire suele estar más enrarecido y las costumbres más viciadas, pero son el mismo aire y las mismas costumbres de afuera. Preguntemos a quienes lo vivieron cómo eran en estos mismos años los cuarteles, las cárceles, los manicomios o cualquier colegio interno y escucharemos las mismas, o muy parecidas, sino peores, historias.
Sepamos que, en los años cuarenta y cincuenta, en España era completamente normal y cotidiano que en los cuarteles los sargentos pegaran a los reclutas, en los colegios los maestros maltratasen a los alumnos, en los talleres los oficiales y dueños abofeteasen a los aprendices y en las casas los maridos zurrasen a las mujeres y los padres apalizaran a los hijos. Los niños en la calle se zurraban unos a otros, y las dreas (guerras a pedradas) entre barrios eran completamente habituales. Los juegos infantiles eran con frecuencia juegos muy violentos –el zurriago, dola, rusia, luz, la zapatilla por detrás, pies quietos, etcétera-, pensados casi siempre para hacer sufrir al más débil.
Y no voy a citar por sabido el trato que se daba a los detenidos en las comisarías, a los presos en las cárceles, a los pobres loquitos en los manicomios o a los chicos rebeldes en los reformatorios.
La España de esos años como vemos y sabemos, era una sociedad muy dura y muy violenta. […] Y estos colegios, estos “hogares”, eran el monstruo lógico que engendraba una sociedad monstruosa. […]
   Yo conocí  bien aquellos “hogares” porque, a lo largo de ocho larguísimos años, viví en cinco de ellos. Así que puedo contarlo. Quería contarlo. Debía contarlo”.

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